LA ALEGRÍA DE COMPARTIR
Si te fijas, muchas personas tienen más
cosas de las que necesitan para estar bien. A pesar de lo que parece no son
tantos los objetos realmente indispensables. Con seguridad en tu mesa hay una
naranja, o una pieza de pan extra, que podría alegrar a muchos niños. Hay quien
tiene la costumbre de acumular más y más objetos sin compartirlos con los
demás. Esa es una persona mezquina. Tal actitud está acompañada siempre de
egoísmo, o falta de disposición para ayudar a los otros en aspectos importantes
de su vida. Quienes no saben compartir llevan una existencia solitaria y
aislada y se pierden uno de los mayores placeres: observar cómo disfrutan los
demás el esfuerzo que se hizo por amor a ellos. No hay mayor alegría que la de
una madre cuando ve que la familia saborea el platillo que ella preparó con
cuidado y dedicación.
El valor de la generosidad consiste en
dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por justicia u obligación.
Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor,
enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de
la acción humana. En la dimensión material significa compartir nuestras
pertenencias. En la dimensión espiritual consiste en poner nuestras capacidades
y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante una acción objetiva de
ayuda.
El reparto de los bienes en el mundo no
es uniforme. Unos tienen más y otros menos. Cada persona, además, cuenta con
características diferentes y particulares. La generosidad nos permite buscar el
equilibrio entre las pertenencias y las características para construir grupos
humanos basados en un sentimiento de cariño. Si nosotros no tenemos la fuerza
suficiente para cargar un mueble, una persona generosa puede ayudarnos a hacerlo.
Si dos niños que pasan por la calle no
tienen ropa ni comida, nosotros podemos buscar algo en casa y, simplemente,
dárselos. Si un amigo o miembro de nuestra familia se encuentra triste o
enfermo podemos ofrecerle nuestro consuelo. La lista no se acaba nunca. Ser
generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y también
saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.
Aprende a compartir todas tus cosas:
quizás una prenda de ropa, algún libro o tu comida. Tu compañía y tu conversación
pueden ser de gran ayuda para otra persona.
Aprende a recibir. Cuando alguna persona
que te aprecie te ofrezca algo que considera importante o valioso, acéptalo
como muestra de ese cariño.
No tengas demasiado apego a los objetos:
pueden ir y venir. Es más importante cuidar a las personas y sus sentimientos
que a las cosas.
Ser generoso significa estar dispuesto a dar todo sin esperar algo a
cambio. Aprende a dar de forma desinteresada.
Ayuda a quien no tenga forma de recompensarte. Esa es la verdadera generosidad.
Mucha gente piensa que la generosidad sólo se relaciona con el dinero. Aprende a cuidarlo pero nunca le des más valor que a las personas y sus sentimientos.
Ayuda a quien no tenga forma de recompensarte. Esa es la verdadera generosidad.
Mucha gente piensa que la generosidad sólo se relaciona con el dinero. Aprende a cuidarlo pero nunca le des más valor que a las personas y sus sentimientos.
Anónimo
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