EL VIEJO OLIVO
Durante un largo
paseo por la colina, el caminante se encontró con el tocón del tronco de un
viejo olivo recién cortado. Lamentándose por la poca sensibilidad del dueño del
olivo, capaz de segar en un momento la vida de un árbol muchos siglos mayor que
él, el caminante se sentó en una roca recordando la poderosa estampa del árbol,
meciéndose al viento con sus hojas plateadas.
Tiempo después volvió
a pasar por allí, y comprobó con alegría que de los lados del tocón habían
salido nuevos brotes, creciendo hacia el cielo con insolente vigor.
El caminante sonrío,
meditó en su interior sobre la soberbia del hombre, viéndose dueño de un mundo
que no le pertenece; y sobre la fresca rebeldía de la vida, capaz de resucitar
una y otra vez frente a la obstinada mala voluntad de los hombres.
Acariciando los
tiernos tallos del viejo olivo, susurró:
Existe una voluntad
más fuerte que la de los hombres.
¿Quién puede, viejo
olivo, con tu insistente voluntad de vivir?
Anónimo
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