EL ÁRBOL
Déjame morir un poco este invierno,
le
dijo el árbol a la tierra. Solo un poco.
Déjame
que me despoje de mi belleza.
Que
el sol no juegue a crear reflejos verdes,
ni
el viento revolotee entre las hojas.
Que
la lluvia resbale sin encontrar asideros
y
que la nieve golpee mi tronco desabrigado.
Desnudo quiero saludar al frío,
a
las mañanas blancas,
a
las noches de viento helado.
Hacerme invisible.
Apenas un recuerdo de lo que fui.
Un
esqueleto con el alma dormida.
Déjame morir un poco.
Así
sin galas ni adornos,
sin
sonidos ni sombras,
necesito recordar lo que soy.
Incar bien fuerte mis raíces en ti
y
sentir tu latido.
Alimentarme de tu silencio sincero.
Beber de tu oscuridad.
Por
un tiempo, los pájaros no se posarán en mí.
Ni
habrá hamacas prendidas de mis ramas.
Nadie buscará en mi cobijo ni amparo.
Ni
mirarán al cielo a través de un laberinto verde.
Mi
tronco áspero será mi único rostro.
No
habrá sonrisas.
Solo las arrugas acumuladas de una vida.
Quiero sentirlas.
Recordar todos los momentos en que se formaron.
Desprenderme de los rincones podridos de mi corteza.
Hacer recuento de heridas y regalarles tiempo para sanar.
No
hay prisa,....No hay prisa.
Son
los días de sueño.
Hasta la ilusión se serena y se mece en una siesta sin horas.
Las
fuerzas se guardan.
Y los deseos anidan bajo tierra.
Solo las raíces saben que existen.
Ellas lo saben todo.
Hasta lo que no se ve.
Hasta lo que no se sabe ni se siente.
Ellas son las únicas que conocen todos los caminos.
Este invierno, déjame morir un poco.
Solo un poco.
Lo
justo para renacer.
Y
florecer de nuevo en primavera.
Emma Riverola
No hay comentarios:
Publicar un comentario