"Aquellos que viven atentos al instante presente podrán ser conscientes de la realidad y no morirán nunca; por el contrarío, aquellos que no viven atentos a lo que aparece y desaparece aquí y ahora, es como si ya estuvieran muertos"
Buda Shakyamuni



Actividades periódicas: Charlas informativas - Intercambio de Reiki - Círculos de energía - Meditaciones guiadas, concierto de cuencos tibetanos, taller de tambor chamánico, etc.



47-LA MÚSICA COMO MEDITACIÓN



 
LA MÚSICA COMO MEDITACIÓN
 
La música es la forma de lenguaje más cercana a la conciencia universal; nos emocionamos con el sonido adecuado y experimentamos sensaciones difíciles de explicar con palabras.
Una música adecuada toca las cuerdas de nuestra conciencia, provocando experiencias de integración personal (música new age, clásica, religiosa) o de identificación con la tribu o pueblo (ritmos étnicos); todas cumplen su función ya que tienen la capacidad de variar el estado de conciencia y por tanto de penetrar al "otro lado".
Todas las civilizaciones y tradiciones han conocido su arte mágico y la han utilizado, tanto en sus celebraciones como en curaciones.
Los pueblos asiáticos y africanos han trasmitido a través de la música, de generación en generación, la sabiduría de sus antepasados y es para ellos un vínculo vivo para comunicarse con los espíritus ancestrales.
En la India, la música y la danza, se usaron como medio para alcanzar estados de meditación. La persona que la interpretaba meditaba, los que la oían, meditaban.
En la Grecia clásica, la música era considerada de gran importancia social, por la gran relación que esta tenía en el desarrollo del ser humano.
En Egipto, se consideraba la flauta como un instrumento sagrado para curar las enfermedades ya que la comparaban con el cuerpo humano, localizándola en la columna vertebral, cuyos orificios coincidían con los chakras y los diferentes tonos ubicados en las lumbares, dorsales y cervicales, siendo los sacerdotes los encargados exclusivamente de tocarla.
En las culturas china y precolombina se tocaba música con fines mágicos, para provocar diversos estados de conciencia, de la misma manera que se tocan y cantan los mantras tibetanos.
Las aplicaciones de la música y en cierto modo la fuente-origen de la musicoterapia moderna, la podemos encontrar en los escritos de Platón, Pitágoras, la Biblia, los Upanishad, el Tao... etc, y su principal objeto es la curación por medio de la energía (música) que remueve nuestras manifestaciones y se adentra hasta lo más profundo de nuestro ser.
 

En la actualidad, la musicoterapia, como ciencia al servicio de la psiquiatría, se emplea incluso en hospitales como medio de relajar el dolor, en rehabilitación funcional, en artritis infantil, alcoholismo...
Se han hecho pruebas fotográficas con la cámara kylian con diversas personas mientras escuchaban música, demostrando los diversos grados de relajación o de estrés que esta podía producir; se ha experimentado en cultivos de tomates, que al ponerlos música, aumentaban sus niveles de proteínas (Joel Sternheimer, físico-matemático e investigador, así como un apasionado violinista); La música tranquiliza a los animales fieros no sólo por la paz de su melodía, sino por la repercusión en el propio organismo del animal.
La música y la conciencia están estrechamente unidas, ambas son factores determinantes en el desarrollo individual de la persona, por ello escuchar música debe ser considerado en todas sus vertientes: hedonista (búsqueda del placer, huida del dolor), intelectual, autorrealizadora, terapéutica y de esta forma participaremos del ritmo, de la armonía y nos convertiremos en seres en equilibrio y de participación con el universo.
 

No cualquier tipo de música sirve para la meditación, aunque sean suaves y agradables, cualquier música que tenga un ritmo más rápido que un latido relajado del corazón, automáticamente acelera su ritmo y el de las ondas cerebrales.
Pero el cerebro no solo es receptor de vibraciones sino además es emisor. Está comprobado gracias a los electroencefalogramas que el cerebro emite unas ondas de intensidad y frecuencia variable dependiendo del estado mental de la persona a la que se está observando.
Estas ondas están clasificadas en:
* Beta: desde 13 (vibraciones por segundo) hasta 28; corresponde a estados de atención consciente, ansia, sorpresa, miedo, estrés.
* Alfa: desde 7,5 Hertz. hasta 13; corresponde a estados de tranquilidad, relajación y meditación.
* Theta: desde 3,5 Hertz. hasta 7,5; corresponde a estados de incertidumbre, problemas sin resolver, sueños lúcidos.
* Delta: desde 0,2 Hertz. hasta 3,5; corresponde al sueño profundo, trance hipnótico, fase REM del sueño.
Para meditar, debemos encontrar esa música que nos lleva a un estado alfa (8 a 12 ciclos/s.), de esta manera el cuerpo se relaja y las pulsaciones naturales bajan al mismo ritmo. (la música clásica suave nos llevaría a un estado beta (13 a 19 ciclos/s.).
Cuando llega a nosotros esa frecuencia que está específicamente sintonizada con la nuestra, en todo nuestro cuerpo se produce un gran cambio, cuyos síntomas se manifiestan en el plano físico, emocional, mental y espiritual equilibrándolos.
Lo esencial es que la música sea un medio del espíritu, un medio muy sutil para que pueda penetrar hasta lo más profundo y lo más importante es saber escucharla, lo que hay fuera de uno mismo son sonidos, y lo que produce la expresión musical dentro de nosotros es la forma en que escuchamos esos sonidos.
Dejemos que la música llegue a nosotros desde su núcleo central y que su vibración se traslade al nuestro, a nuestra columna.
Ahora somos alguien en particular, lo que llamamos ego; con la meditación ese ego desaparece y podremos ser cualquier cosa y estar en cualquier parte, ya que las limitaciones sólo están en la mente.
Cuando pasas de los sonidos a los sentimientos, te mueves en un mundo estático, existencial, no lo ves sólo lo sientes, pero cuando llegas a ese punto debes transcenderlo, es el último paso,… salta.
Si el músico al componer su obra está sereno, reposado y centrado, su música llegará a lo más profundo de nuestro ser y esa música nos permitirá trascender de nuestro estado ordinario y entraremos en un espacio de silencio y ese silencio, según Paul Horn, cura el alma.
 
Durante este tipo de meditación (feedback), en el contexto de escuchar con el corazón,
 
ponemos en marcha muchas energías que pueden desatar en nosotros diversas reacciones
 
físicas: ojos enrojecidos, lágrimas, risas. eso está muy bien, debemos asumir que hemos
 
movilizado esas energías y no nos preocuparemos, relajándonos, poco a poco iremos
 
recobrando la normalidad.

las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi


 

 

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