LA MÚSICA COMO MEDITACIÓN
La música es la forma de lenguaje más cercana a la conciencia
universal; nos emocionamos con el sonido adecuado y experimentamos sensaciones
difíciles de explicar con palabras.
Una música adecuada toca las cuerdas de nuestra conciencia,
provocando experiencias de integración personal (música new age, clásica,
religiosa) o de identificación con la tribu o pueblo
(ritmos étnicos); todas cumplen su función ya que tienen la capacidad de variar
el estado de conciencia y por tanto de penetrar al "otro lado".
Todas las civilizaciones y tradiciones han conocido su arte
mágico y la han utilizado, tanto en sus celebraciones como en curaciones.
Los pueblos asiáticos y africanos han trasmitido a través de
la música, de generación en generación, la sabiduría de sus antepasados y es
para ellos un vínculo vivo para comunicarse con los espíritus ancestrales.
En la India, la música y la danza, se usaron como medio para
alcanzar estados de meditación. La persona que la interpretaba meditaba, los
que la oían, meditaban.
En la Grecia clásica, la música era considerada de gran
importancia social, por la gran relación que esta tenía en el desarrollo del
ser humano.
En Egipto, se consideraba la flauta como un instrumento
sagrado para curar las enfermedades ya que la comparaban con el cuerpo humano,
localizándola en la columna vertebral, cuyos orificios coincidían con los
chakras y los diferentes tonos ubicados en las lumbares, dorsales y cervicales,
siendo los sacerdotes los encargados exclusivamente de tocarla.
En las culturas china y precolombina se tocaba música con
fines mágicos, para provocar diversos estados de conciencia, de la misma manera
que se tocan y cantan los mantras tibetanos.
Las aplicaciones de la música y en cierto modo la
fuente-origen de la musicoterapia moderna, la podemos encontrar en los escritos
de Platón, Pitágoras, la Biblia, los Upanishad, el Tao... etc, y su principal
objeto es la curación por medio de la energía (música) que remueve nuestras
manifestaciones y se adentra hasta lo más profundo de nuestro ser.
En la actualidad, la musicoterapia, como ciencia al servicio
de la psiquiatría, se emplea incluso en hospitales como medio de relajar el
dolor, en rehabilitación funcional, en artritis infantil, alcoholismo...
Se han hecho pruebas fotográficas con la cámara kylian con
diversas personas mientras escuchaban música, demostrando los diversos grados
de relajación o de estrés que esta podía producir; se ha experimentado en
cultivos de tomates, que al ponerlos música, aumentaban sus niveles de
proteínas (Joel Sternheimer, físico-matemático e investigador, así como un
apasionado violinista); La música tranquiliza a los animales fieros no sólo por
la paz de su melodía, sino por la repercusión en el propio organismo del
animal.
La música y la conciencia están estrechamente unidas, ambas
son factores determinantes en el desarrollo individual de la persona, por ello
escuchar música debe ser considerado en todas sus vertientes: hedonista (búsqueda
del placer, huida del dolor), intelectual, autorrealizadora, terapéutica y de
esta forma participaremos del ritmo, de la armonía y nos convertiremos en seres
en equilibrio y de participación con el universo.
No cualquier tipo de música sirve para la meditación, aunque
sean suaves y agradables, cualquier música que tenga un ritmo más rápido que un
latido relajado del corazón, automáticamente acelera su ritmo y el de las ondas
cerebrales.
Pero el cerebro no solo es receptor de vibraciones sino
además es emisor. Está comprobado gracias a los electroencefalogramas que el
cerebro emite unas ondas de intensidad y frecuencia variable dependiendo del
estado mental de la persona a la que se está observando.
Estas ondas están clasificadas en:
* Beta: desde 13 (vibraciones por segundo) hasta 28;
corresponde a estados de atención consciente, ansia, sorpresa, miedo, estrés.
* Alfa: desde 7,5 Hertz. hasta 13; corresponde a estados de
tranquilidad, relajación y meditación.
* Theta: desde 3,5 Hertz. hasta 7,5; corresponde a estados de
incertidumbre, problemas sin resolver, sueños lúcidos.
* Delta: desde 0,2 Hertz. hasta 3,5; corresponde al sueño
profundo, trance hipnótico, fase REM del sueño.
Para meditar, debemos encontrar esa música que nos lleva a un
estado alfa (8 a 12 ciclos/s.), de esta manera el cuerpo se relaja y las
pulsaciones naturales bajan al mismo ritmo. (la música clásica suave nos
llevaría a un estado beta (13 a 19 ciclos/s.).
Cuando llega a nosotros esa frecuencia que está
específicamente sintonizada con la nuestra, en todo nuestro cuerpo se produce
un gran cambio, cuyos síntomas se manifiestan en el plano físico, emocional,
mental y espiritual equilibrándolos.
Lo esencial es que la música sea un medio del espíritu, un
medio muy sutil para que pueda penetrar hasta lo más profundo y lo más
importante es saber escucharla, lo que hay fuera de uno mismo son sonidos, y lo
que produce la expresión musical dentro de nosotros es la forma en que
escuchamos esos sonidos.
Dejemos que la música llegue a nosotros desde su núcleo
central y que su vibración se traslade al nuestro, a nuestra columna.
Ahora somos alguien en particular, lo que llamamos ego; con
la meditación ese ego desaparece y podremos ser cualquier cosa y estar en
cualquier parte, ya que las limitaciones sólo están en la mente.
Cuando pasas de los sonidos a los sentimientos, te mueves en
un mundo estático, existencial, no lo ves sólo lo sientes, pero cuando llegas a
ese punto debes transcenderlo, es el último paso,… salta.
Si el músico al componer su obra está sereno, reposado y
centrado, su música llegará a lo más profundo de nuestro ser y esa música nos
permitirá trascender de nuestro estado ordinario y entraremos en un espacio de
silencio y ese silencio, según Paul Horn, cura el alma.
Durante este tipo de meditación (feedback), en el contexto de
escuchar con el corazón,
ponemos en marcha muchas energías que pueden desatar
en nosotros diversas reacciones
físicas: ojos enrojecidos, lágrimas, risas. eso
está muy bien, debemos asumir que hemos
movilizado esas energías y no nos
preocuparemos, relajándonos, poco a poco iremos
recobrando la normalidad.
las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi
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