EL RIO
En el valle de Kadisha, donde fluye el majestuoso río, dos pequeñas
corrientes se encontraron y conversaron.
Una corriente dijo:
¿Cómo has llegado, amiga mía, y cómo ha sido tu camino?
Y la otra contestó:
Mi camino fue de lo más embarazoso. La rueda del molino se había roto y
el granjero que me conducía desde el cauce hasta sus plantas murió. Y hube de
bajar forcejeando y filtrándome por la suciedad de aquellos que no hacen nada
más que sentarse y cocer su pereza al sol. ¿Y cómo fue tu camino, hermana
mía?
Mi camino fue diferente, respondió la otra corriente. Bajé de las colinas
entre flores fragantes y tímidos sauces, hombres y mujeres bebían de mí con
copas de plata y los niños remojaban sus piececitos rosados en mis orillas, y
todo era risa alrededor de mí, y dulces canciones. ¡Qué pena que tu camino no
haya sido feliz!
En ese momento el río habló con voz potente:
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Vengan,
vengan, iremos hacia el mar. Vengan, vengan, pues en mí olvidarán sus caminos
errantes, tristes o alegres. Vengan, vengan. Y ustedes y yo olvidaremos todo
cuando hayamos alcanzado el corazón de nuestra madre, la mar.
G.J.G.
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